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viernes, 24 de junio de 2011

Ciencia y técnica

                      Durante la Edad Media, la cultura tuvo poca difusión. Los nobles, por lo general, estuvieron muy ocupados en el "arte" de la guerra; basaban la educación en el manejo de las armas; incluso tenían a gala el no saber escribir por el hecho de ser nobles. El campesinado era analfabeto. El único reducto de cultura fueron los monasterios, en cuyas bibliotecas se conservaron los libros antiguos. Bajo el amparo de éstos surgieron los primeros centros educativos, las escuelas monacales (más tarde aparecieron las escuelas catedralicias), utilizadas por una minoría de la población. Con el nacimiento de las Universidades se irá propagando la cultura, pero siempre reservada a una clase muy selecta.

                  Una de las actividades de los monjes en los monasterios era copiar libros; pero, evidentemente, el único modo que tenían de hacerlo era a mano, por eso se les llamaba "amanuenses" o copistas. La invención de la imprenta supuso un enorme avance en la expansión cultural. Hay que entender que no sólo sirvió para dar a conocer la cultura encerrada en los libros clásicos; gracias a ella, también se pudieron divulgar las novedades científicas del momento, las obras literarias y artísticas, las modernas corrientes del pensamiento, las noticias de nuevos descubrimientos geográficos, todo ello contribuyó a la ampliación del conocimiento humano; a ver la realidad física, social, intelectual, de una forma más amplia; a saber que existían otros mundos y otras gentes, a valorar la vida de otra manera.


Johannes Gutenberg (1394?-1468) nació en Maguncia (Alemania). Se estableció en Estrasburgo, en 1434. Durante algunos años se interesó en varios proyectos: talla de piedras preciosas, fabricación de espejos a partir de 1438 comenzó a trabajar en algo que conservó con riguroso secreto. Cuando regresó a Maguncia (1448) perfeccionó su invento. En su actividad trabajó con varios socios, con los que no siempre mantuvo buenas relaciones. En 1445 imprimió la Biblia a dos columnas, llamada "de cuarenta y dos líneas". En 1465, el arzobispo de Maguncia le otorgó un título nobiliario y le acogió en su residencia, lo que le permitió continuar sus actividades tipográficas sin problemas con los colaboradores.

Los libros que se imprimieron desde la invención de la imprenta hasta el año 1500 se llaman incunables; casi todos imitan los manuscritos.



 


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